Es un método terapéutico para la prevención, alivio o curación de enfermedades utilizando medicamentos homeopáticos.
La homeopatía es eficaz para prevenir y tratar tanto enfermedades agudas (gripe, tos, diarrea, crisis de migraña, contusiones etc.) como crónicas (alergia, dermatitis, asma, afecciones reumáticas, ansiedad etc.), en infecciones de repetición (garganta, oídos, ginecológicas, urinarias….), e incluso en cuidados paliativos (control de síntomas como dolor o estreñimiento y alivio de efectos secundarios como las nauseas de la quimioterapia...).
En
homeopatía, y especialmente en enfermedades crónicas, el objetivo es ir
más allá del alivio de los síntomas que van apareciendo, se busca
ayudar al paciente a restablecer globalmente su equilibrio natural. Para
ello, el médico homeópata en la consulta tendrá en cuenta, además de
los síntomas o problemas de salud que presenta el paciente, su
constitución física y su forma de reaccionar y sensaciones frente a la
enfermedad, además de factores de mejoría o de empeoramiento. Por eso se
dice que el tratamiento, en homeopatía, es más individualizado.
Además, estos
medicamentos tienen la ventaja de que en general, no presentan
contraindicaciones, interacciones medicamentosas ni efectos adversos
relevantes relacionados con la toma del medicamento, por lo que
se recomiendan habitualmente para todo tipo de pacientes, incluso
niños, embarazadas y enfermos polimedicados.
Según
el caso, estos medicamentos se utilizan solos, en exclusiva, o junto a
otros tratamientos, sobre todo en enfermedades crónicas. En este caso,
la utilización de los tratamientos homeopáticos asociados a los
convencionales, permite en muchos casos, bajo supervisión del
especialista, reducir la medicación convencional y/o sus efectos
secundarios.
Como cualquier medicamento, los medicamentos homeopáticos son de venta exclusiva en farmacias.
NUESTRO CATÁLOGO DE PRODUCTOS HOMEOPATICOS
HISTORIA Y FUNDAMENTOS HOMEOPATICOS
El término homeopatía
tiene su origen en las ideas de Christian Friedrich Samuel Hahnemann
(1775-1843), un médico alemán que afirmaba que (en su época, jamás hay que olvidar el contexto) la
Medicina causaba más sufrimiento que beneficio al paciente. Tras dejar la práctica de la medicina en
1794, Hahnemann utilizó por primera vez la palabra en su trabajo Indications of the Homeopathic
Employment of Medicines in Ordinary Practice («Indicaciones del empleo homeopático de
medicinas en la práctica ordinaria»).
La homeopatía clásica se define habitualmente como el sistema médico basado en el uso de cantidades
diminutas (inifinitesimales) de sustancias que en grandes dosis producirían síntomas parecidos a los
de la enfermedad que está siendo tratada. El propio Hahnemann reconocía que la idea de emplear
sustancias que producen síntomas similares se le ocurrió cuando, al tomar una infusión de corteza de
cinchona, experimentó síntomas parecidos a los de la malaria, enfermedad que se trataba en aquella
época precisamente mediante la corteza de cinchona, rica en quinina. Irónicamente, todo parece
indicar que lo que pasó es que Hahnemann sufría de alergia a la quinina.
Por otra parte, Hahnemann creía que dosis muy pequeñas de estos medicamentos causaban poderosos
efectos curativos, dado que al reducir las dosis consumidas iban desapareciendo los síntomas que
producían, algo perfectamente comprensible pero que Hahnemann, evidentemente, interpretó de forma
errónea. De hecho, pensaba que su potencia se vería afectada por una agitación metódica y vigorosa
del preparado (lo que se conoce como sucusión; Hahnemann empleaba su Biblia para golpear el
recipiente que contenía la mezcla).
Aunque a veces se emplean otros grados de dilución, la forma más habitual de preparación de una
dilución homeopática es la siguiente: se coge 1 ml de la sustancia original ("tintura madre”)
y se mezcla con 99 ml de agua. Se agita este preparado y se obtiene una dilución de 1 CH (Centesimal
de Hahnemann). A continuación, se coge 1 ml de este producto y se repite la operación; así se
consigue una dilución de 2 CH.
Como se puede deducir del apartado anterior, cada vez que se realiza una de estas mezclas, la
sustancia original queda diluida 100 veces más en el preparado final. Se supone que estos productos
son más efectivos cuanto más diluidos están. Un simple cálculo permite saber que una dilución de 12
CH no contiene ya ninguna molécula del principio activo. Es, en otras palabras, simplemente agua. No
es raro ver medicamentos homeopáticos con diluciones de 30 CH. Para saber qué significa esto,
podemos acudir al ejemplo perfectamente planteado por Ben Goldacre en su
libro Bad Science:
Imagina una esfera de agua con un diámetro de 150 millones de kilómetros (es la distancia
que hay entre la Tierra y el Sol). La luz tarda ocho minutos en recorrer esa distancia. Imagina una
esfera de agua de ese tamaño con una molécula de una sustancia disuelta en ella: eso es una dilución
30 CH (para los pedantes: es 30.89 CH).
Según Hahnemann, el efecto curativo se produce no por la sustancia que (no) hay disuelta, sino porque
de algún modo el proceso de dilución y golpeteo (la dinamización) transmite al agua el espíritu
curativo de la sustancia. Empleando un lenguaje más moderno, los homeópatas actuales hablan
del efecto memoria del agua, que recuerda con qué sustancias ha estado en contacto. Para
tener más información sobre este supuesto efecto curativo, será necesario acudir a la sección Pruebas
científicas. Por el momento, podemos concluir que, esencialmente, la homeopatía es
simplemente agua. La cosa no va mucho más allá.